El despertador nos suena hoy a las siete de la mañana. ¡Buenos días, Bali! Nos levantamos muy animados, ya que hoy cambiamos de isla y empieza nuestra etapa relax del viaje. Nos esperan varios días de sol, playa, cocoteros y masajes. Esa es, al menos, la teoría.
Sin embargo, eso significa que tenemos que despedirnos de este maravilloso hotel. Aun así, tenemos muchas esperanzas puestas en el siguiente, cuya página de Trip Advisor promete aislamiento, paz y atardeceres en cabañas de madera frente al mar. Hacemos las maletas de nuevo. Lo hemos hecho ya varias veces, así que tenemos un dominio casi perfecto de la técnica. Tras adecentarnos un poco, y con las mochilas cargadas al hombro, decimos adiós a nuestra habitación y bajamos a la recepción, donde, en teoría, nos tiene que recoger un minibús. Este servicio está incluido en el precio que pagamos por el billete de barco rápido que nos tiene que llevar a Senggigi, en Lombok. Sin embargo, como ya os comenté ayer, yo no las tengo todas conmigo. Os explico por qué. Nosotros contratamos este viaje a través de una ONG llamada Kupu Kupu. Lo hicimos desde España, y anteayer un chico de la organización se acercó a nuestro hotel a darnos nuestros billetes, como habíamos acordado con Begoña, nuestro contacto en la ONG (y que, por cierto, se portó genial con nosotros y nos ayudó un montón). El billete, sin embargo, no me daba confianza, acostumbrada a los típicos que tenemos aquí, con su código de barras y todo. Era un papelito con el logo de la empresa (Wahana Gili Ocean) en el que alguien había escrito (a mano) nuestro destino, el número de pasajeros y nuestro nombre (con algún que otro error, por cierto). Total, que a mí todo esto no me acaba de cuadrar.